Experiencias en Cabo Verde

31. Qué hace y por qué un jubilado en Cabo Verde

Vista aérea de la isla de Fogo

Quizá mis escritos tendrían que haber empezado por aquí pero, curiosamente, voy a terminar por el principio. El por qué me encuentro en Cabo Verde tiene dos sencillas explicaciones: la baja pensión que me ha quedado cotizando como autónomo y mi espíritu aventurero. Desde hace muchos años sabía que estos dos motivos me llevarían a emigrar para terminar mis últimos años de vida (espero me queden muchos jajajaja) en algún sitio asequible y agradable.

El problema era dónde ir a parar con mi cuerpo «serrano», pues tenía varios sitios como posibles candidatos. En principal requisito era que la pensión me permitiese vivir con alguna holgura, pues para pasar «penurias» me quedaba, contra mis deseos, en España.

El primer sitio que tuve que desechar fue la República Checa  —muchos de los que me conocen saben el amor que le tengo a este país—, porque la falta de viviendas hace que el precio de los alquileres, aunque pagables, no me permitiría hacer otras cosas necesarias, me dejaría bastante bastante mermado para otras necesidades.

El segundo sitio que deseché fue Rusia, pues como país me cautivó el tiempo que viví allí, aunque la experiencia personal no fue la mejor. La dificultad para obtener la residencia es el principal problema, pues me obligaría a salir del país cada tres meses y la pensión no da para tanto viaje y tanto papeleo.

El tercer lugar que deseché fue El valle del Cauca, en Colombia pues, aunque la pensión daba y no era difícil conseguir la residencia. En este caso, fue la distancia lo que me echó un poco para atrás, por el coste de los viajes y las horas de avión.

Descartado desde el principio el continente asiático, solo me quedaba África, una gran desconocida para mí. Sólo conocía Marruecos y, aunque era un sitio asequible, no era muy de mi agrado.

¿Cómo llegué a Cabo Verde? Pues, por casualidad. Se me se ocurrió preguntar a mi sobrina sobre cómo se vivía en las colonias portuguesas. Me redirigió al ahora ex marido, que me dijo sin dudar «vete a Cabo Verde». Empecé a investigar, pues ese país era un perfecto desconocido para mí.

Los primeros datos fueron positivos. Con el tiempo contacté, a través de la página «españoles en Cabo Verde», con una pareja formidable que ya muchos conocéis por distintos motivos. Os presento a Djuly y Pedro, dueños de una pensión en la Isla de Fogo, llamada Gira Lua. Sitio recomendable donde los haya.

Después de muchas conversaciones a través de Internet, me animaron a probar, pues era la mejor manera de decidirse. Fogo no era la isla de mi primera elección, pero me pareció muy bien empezar en un sitio que no iba a ser totalmente desconocido e iba a tener gente conocida de apoyo.

Los quince días de prueba me quitaron toda duda. Fogo reunía todas las cosas que necesitaba y buscaba.

Djuly tuvo la amabilidad de enseñarme Mosteiros y sus alrededores. Me fue enseñando usos y costumbres. Junto a ella, vi cómo la gente nativa la adoraba (era difícil dar dos pasos sin tener que pararse a saludar a alguien) y que yo no sería aceptado sin ningún problema. Prejuicios por desconocimiento. Pedro no me ayudó en esta época, pues estaba en otra isla por motivos de trabajo.

Quitadas todas las dudas, la decisión fue fácil y rápida. Empezamos a buscar una casa de alquiler, con lo que empezó la «odisea». La mayoría de las casas de alquiler son de caboverdianos que han emigrado y las negociaciones son difíciles, pues se hacen a través de intermediarios. Esto me permitió empezar a conocer la forma de ser los caboverdianos.

Al final, encontré una que la dueña, aunque emigrante, estaba de vacaciones en Mosteiros. Enseguida llegamos a un acuerdo, pues la mujer no dió opción a negociar. Precio cerrado y contrato hecho.

Una vez instalado, ya sabéis el resto por mis escritos.

Ya sabéis el por qué, vamos ahora al qué. Pero eso lo dejamos para el siguiente capítulo.

Siempre he tenido un lema en mi vida «CARPE DIEM» (traducido vulgarmente: vive la vida al momento).

Puedo decir que, en conjunto, no me ha ido mal, aunque, a lo mejor, un poco más de conservadurismo y menos confianza me habría ido mejor, pero no me arrepiento de nada.

Aquí, en Cabo Verde, sigo aplicando el mismo lema. No tengo nada preconcebido y, aunque lo tuviese, el ritmo de esta gente te hace que los planes que tienes preconcebidos te los tengas que tomar con su gran lema «NO ESTRÉS». Lo que en España pueden ser 10-15 días, y todos más o menos claro, aquí pasa a «posiblemente» y «más o menos» (expresión muy querida y usada en Cabo Verde).

Entonces, lo primero que tienes que hacer, es echar fuera muchos prejuicios y los estereotipos con los que vienes a un país africano. Lo segundo, amoldarte a su ritmo, su forma de trabajar y sus costumbres. «Donde fueres haz lo que vieres» siempre me ha funcionado.

Esto te puede llevar a que montar la casa sea «más o menos» y se demore hasta tres meses. Muchas cosas son más o menos. Te puedes encontrar con todos los electrodomésticos pero sin una silla o una mesa donde sentarte y donde comer. Tienes que echarle paciencia e imaginación. Eso sí, te dejan una silla de su casa para que te sientes (desde la que os he escrito todos estos relatos).

Continuará…

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