Realmente llevo poco tiempo como para hacer una tesis doctoral sobre la gente de Cabo Verde, pero desde el principio notas que es gente agradable, con ganas de ayudarte y que muestra un cierto interés por ti.
Voy a comenzar este escrito por dos caboverdianos que, si no lo son de nacimiento, sí lo son por adopción e integración. Yo diría que realmente son dos caboverdianos más y lo he podido comprobar por las muestras de afecto que los nativos les profesan.
Ellos tienen mucha culpa de que yo pueda estar disfrutando de esta es experiencia y tenga la posibilidad de convertirme, como ellos, en un CABOVERDIANO más. Ellos son Djuly —una cubana que es todo entrega, alegría, cariño y acogida— y su marido, Pedro que, aunque todavía no le conozco (está en la isla de Boavista por motivos de trabajo), sus consejos han sido fundamentales para que yo esté aquí.
Te llama la atención, algo que nosotros tenemos ya bastante perdido, que todo el mundo te saluda, te da los buenos días, tardes o noches, según corresponda. También es frecuente que te pregunten “tudo bom?” o que te levanten el pulgar en forma de pregunta de que todo va bien.
El kriolo, que es la lengua que hablan entre ellos, no es nada fácil de aprender pero te hablan como si tú supieras lo que te dicen. Como te lo dicen con una amplia sonrisa, no te importa no entender. Sonríes como ellos y a otra cosa.
El sábado estaba en el bar del Gira Lúa (la “pensión” en la que estaba mientras encontraba casa), entraron dos parejas y después de Saludar a Djuly, la dueña, vinieron a darme la mano y desearme buena tarde, sin conocerlos de nada.
Son desinteresados. Es frecuente que se ayuden tanto en labores del campo como en la construcción de las casas o cualquier otra necesidad; hoy por ti y mañana por mí, sería el dicho español más aplicable.
Sus ganas de ayudar, a veces, hacen sentirte como el «blanco explotador» pues no dejan que tú hagas cosas que ellos pueden hacer. El ejemplo más claro es cuando me compré el colchón. Patriki, el muchacho que me está ayudando a montar la casa y hacer los muebles de palets, se paseó por todo el centro porteando el colchón y, en ningún caso, permitió que compartiésemos la carga. Eso mismo hizo con la bombona de butano y otros pesos. No os digo lo que me han dicho que le pague porque entonces sí me vais a llamar blanco explotador.
Hace unos días viví una experiencia que recordaré siempre y que es muestra de lo que es la gente en este país. Llevábamos a dos chicas catalanas, que se habían alojado en el Gira Lua, a San Felipe, para que pasaran allí la noche antes de embarcar al día siguiente y paramos en casa de Breka, uno de los mejores tocatineros (no sé si se dirá así) de Cabo Verde, personaje humilde y que sacó todo lo que tenía en casa para agasajarnos, a la vez que nos montó una tocatina en su casa. Es el hombre de la eterna sonrisa. Otro día me lo encontré en San Felipe me dio un abrazo como si fuéramos compadres de toda la vida.
También es visible que la mujer caboverdiana tiene mucho que ver en la economía de este país. Por la calles, en los mercados las ves vendiendo de todo para aportar algo de dinero a sus casas. Muchas están al frente de los negocios o como propietarias o como encargadas, sólo los tradicionales trabajos de hombres los ejercen ellos.
Colaboran en todas las tareas agrícolas y en muchos casos son las únicas artífices de ellas. Todavía hay muchas casas que usan la leña como medio de calentar y cocinar y es frecuente verlas por la carretera acarreando atillos de leña en la cabeza. Para lograrla hacen bastantes kilómetros pues no es algo que abunde. Los niños aprenden desde pequeños a colaborar en las tareas, tanto de casa como agrícolas. Me llamó la atención que van a la playa sólo por la tarde y ante mi pregunta de ¿por qué? me encontré con la respuesta menos esperada: «están de vacaciones y por las mañanas van al campo a ayudar». Otra de las labores que ejecutan los niños es llevar agua potable a casa pues las casas separadas de las poblaciones suelen carecer de ella. También, mediante el uso de unos burros pequeños, llevan agua para regar las plantaciones. Por la escasez de agua, se riega planta a planta.
La foto no es muy allá pues está hecha desde un coche. Ya os pondré una en condiciones.
Así es y trabaja la gente de Cabo Verde, por lo menos la de Fogo, de las otras islas no puedo hablar.
Otro día os contaré lo que es una tocatina. A parte de esta privada no he asistido a ninguna pública. Hemos preparado una para cuando venga mi sobrina Ana y su pareja, mi tocayo Rafael.
Cómo me alegro de que todo vaya genial!!!
Ahí lugares maravillosos en el mundo , pero cuando lo son ,además , sus gentes , entonces es un paraíso .
Qué suerte tienes de lo que estás viviendo, y del » donde » .
Un abrazo
Gracias por compartir!
Buenas Mar realmente es así. n beso
Sigo con atención lo que escribes y me v parece todo idílico. Dan ganas de ir y ver. Un abrazo. Loli. ( la de Marciano)