El tener la certeza de que acertaste en la decisión de emigrar.
El ver que se han cumplido con creces las expectativas que te creaste.
El comprobar que, con el paso del tiempo, te encuentras acogido, reconocido y arropado por los nuevos personajes que te rodean.
Disfrutar de que has encontrado dos verdaderos amigos que te orientan, ayudan y aconsejan (Djuly y Pedro).
Que te has adaptado y has superado las deficiencias y faltas que hay en muchas cosas de la vida diaria. Después de haber superado la aclimatación a las temperaturas y la humedad (algo que parece fácil pero es una de las cosas que más me ha costado).
En definitiva, que estás bien, por decirlo rápido y simple.
Después de todo lo escrito anteriormente, no quita que haya momentos, no diría yo de desánimo, desarraigo, sino de esa palabra portuguesa-kriola tan bonita: de saudade.
Teniendo en cuenta que en muchas épocas de mi vida he vivido solo y otras, aunque acompañado, también me he sentido solo, casi siempre me he sentido a gusto en la soledad, porque la mayoría de los casos ha sido una soledad buscada y aceptada y, en otras, como mínimo, asumida.
Me he sentido cómodo viviendo solo hasta el punto de que pienso que ahora mismo sería difícil hacer vida comunitaria plena. Teniendo en cuenta todo lo anterior, claro que hay momentos que echo de menos cosas que han formado parte de tu vida, de tu cultura, de tu quehacer diario. Pienso en muchos momentos que he encontrado gente y cosas que me han llenado.
Echo de menos a esa familia que me ha ayudado y arropado en los momentos difíciles, esos tiempos que me han dado todo lo que necesitaba. Ese respeto que me han tenido en todo momento, sea cual sea mi situación. Cómo han sabido respetar mis silencios. Cómo han sabido estar cerca y lejos a la vez.
Recuerdo los momentos tristes y los alegres, todos ellos compartidos con naturalidad. Añoro los últimos tiempos, las largas y pausadas conversaciones con hermanos y hermanas que me han permitido redescubrirlos, conocerlos más y mejor, volver a reír y llorar juntos.
Siempre he dicho que una familia numerosa es algo distinto, para lo bueno y lo malo. Hemos llorado y reído juntos por cosas importantes y por tonterías. Sabes cómo una mirada sirve para pedir un perdón o dar unas gracias.
Un inciso: Orgulloso de cómo mis hermanas y hermanos han conseguido transmitir estos valores a sus hijos.
Echo de menos a los amigos —que, curiosamente, se han ido depurando solos—, con los que he compartido conversaciones, experiencias… intimidades, menos, porque soy de contar poco, pero que también han respetado esos silencios. Recuerdo esos momentos, tan tontos a veces y enriquecedores otras, alrededor de una cerveza (con su tapilla, lógicamente) compartiendo vivencias, ideas… imaginando cosas, ideando cómo hacer lo que fuere.
Hemos tenido la confianza (la que da asco jajaja) para pedirnos los favores más inverosímiles. Igual que he tenido la suerte de tener una gran familia, creo que también tengo un ramillete de muy buenos amigos, que los he tenido cerca cuando los he necesitado. Incluso en la distancia hemos conservado una bonita relación. De esas que, sin hablarse, sabes que los tienes al lado.
Otro inciso: Y eso que con la gran mayoría de ellos somos de ideas políticas muy diferentes jajaja.
Además de la familia y los amigos echo de menos también «cosas», generalmente compartidas tanto con la familia como con los amigos. Viajes, fiestas (sobre todo, los cumpleaños), navidades… Esa facilidad para montar un «sarao» sin necesidad de tener que conmemorar no se sabe bien qué cosa. No tener necesidad de buscar un pretexto para juntarnos, cualquiera es bueno.
Lo bueno que esas cosas generalmente han sido compartidas con la familia y amigos que te rodean y eso es lo que las han convertido en especiales, en satisfactorias y han pasado a formar parte de tus recuerdos. Podría escribir un libro de la cantidad de cosas que hemos celebrado y compartido juntos.
La familia, los amigos y las cosas tienen nombre y apellidos pero creo que es mejor que cada uno se apunte y ponga su propio nombre. Seguro que aciertan y no tendré que borrar a nadie ni nada.
En fin, que estoy conjugando lo mejor posible la nueva vida con una saudade que no me impide disfrutar de lo nuevo y que, a la vez, esto no me lleve a olvidar todo lo bueno que anteriormente he vivido y espero seguir viviendo.
Tengo un elemento que ayuda a seguir conjugando lo que vivo actualmente con la saudade de lo vivido, que es la radio. Siempre me ha gustado la radio, en mi vida he pasado muchas horas oyéndola. Ha sido mi compañera, prácticamente desde los 24 años, que pude comprar mi primera radio. Me ha informado, me ha acompañado, ha dormido conmigo, me ha hecho reír solo y también llorar. He tenido mis programas y emisoras, según la franja horaria.
Nota del autor: este escrito, aunque no tiene mucho que ver, me lo ha inspirado una publicación, de un hecho que yo desconocía, que mi sobrina Lucía, hija de Sivi, ha publicado en Facebook y que me llegó al corazón. Los que os manejáis Facebook y no lo habéis leído podéis buscarlo en mi muro pues lo he compartido.
Que forma de escribir Rafa, al leerte me remonto a los recuerdos que hemos compartido. Maravilloso!!!! un beso muy grande y cuando la saudade sea insoportable dame un silbidito.
Preciosa entrada , directa desde el corazón .
Un abrazo