No sé si voy a saber comunicar todo lo que he sentido en estas Navidades. Son las terceras navidades que celebro fuera de España y alejado de la familia de sangre. Todas tienen rasgos comunes a las celebradas en España. Fundamentalmente, todas tienen en común la alegría, el acercarse a la familia y los conocidos, el consumismo… el celebrar la vida, en definitiva, sin olvidar que no en todos los sitios tiene sentido religioso, incluso no se celebra en las mismas fechas, como es el caso de Rusia, que sólo se celebra el fin de año pero sí tiene los demás puntos comunes.
Este año ha supuesto una experiencia distinta y por muchos aspectos gratificantes.
La herencia portuguesa ha dejado el poso de la celebración en torno a la Navidad tal y como la entendemos en España. Las costumbres son también muy similares. Pero, para mí, las experiencias vividas me han dejado un algo especial.
La primera ha sido la fiesta del “Jardím de crianzas”. Como todos sabéis, hay un grupo que nos hemos comprometido en ayudar a los niños del jardín de infancia de un barrio de Mosteiros. Gracias a las aportaciones les hemos montado una fiesta algo especial a la que han tenido otras veces.
Hicimos el esfuerzo —no sólo nosotros, también con los padres—, de hacerles un regalito y que tuviesen una comida especial. La cara de los niños al ver en sus sillas una bolsa llena de chuches y un juguete era para verla. No se atrevían ni a mirar dentro para ver el contenido. Durante todo el rato no la soltaron. Para algunos era la primera vez que tenían un coche o una muñeca. Me sorprendió lo tranquilos que después de comer algo fueron viendo lo que había dentro de la bolsa. Ni comían las chuches ni jugaban, abrazaban la bolsa como si alguien se la fuera a quitar.
Además, entre los padres montaron el amigo invisible. Me pareció divertidísimo, pues describían a la persona que le había tocado y esa debía adivinar que era para ella. A mí me abrumaron con unos pedazos de regalos. A Djuly y a mí nos hicieron doble regalo: uno como padrinos del Jardím y otro como integrantes del grupo. Puedo decir que fueron unos regalos bien costeados.
Vi el agradecimientos por parte de los padres de la ayuda que prestamos, llegaron a sacarme los colores. Ves que no es pose si no que les sale de dentro. Algunos no «entienden» que alguien de fuera venga a ayudarlos. Te agradecen que mejores la comida que se les da a los niños. Me sorprendió el buen ambiente y cómo se preocupaban, en particular, de un padre que es el más necesitado del grupo. En definitiva, que me lo pasé bomba.
Aquí no hay encendido del alumbrado porque sencillamente no lo hay. La única presencia de la Navidad es la que ponen los comercios y dos edificios oficiales. La Cámara (Ayuntamiento) no destina recursos a iluminar y adornar las calles sencillamente por que no creo que tenga presupuesto para ello. Lo digo sin segundas.
En los comercios y lugares públicos sí se adornan, cada uno en la medida de sus posibilidades. Los tres chinos, ¡¡¡tres!!!, que hay, llenan la aceras de pinos artificiales, bolas y espumillón para que las gentes puedan adornar sus casas, también dentro de sus posibilidades.
Aparecen juguetes en las tiendas, pues tienen la costumbre de regalar un «presente» entre los familiares y amigos. No hay un día especial, se hace a lo largo de los días hasta fin de año. No existen Reyes tal y como los entendemos nosotros. Esos presentes son los Reyes.
He recuperado la costumbre de cantar villancicos por las casas para pedir el aguinaldo. Teníais que ver el ritmo y el recurso de hacerse una maracas con una lata y piedras.
Esos días hay más ambiente en las calles y comercios. Se hacen compras y comidas especiales para estos días. Encuentras en las «Lojas» productos que no has visto durante el resto del año. Los que no pueden regalar por falta de poder adquisitivo regalan algún dulce casero, tarta o bizcocho. Son pobres pero creo que disfrutan igual que otros que tienen más. No pierden la alegría.
Creo que he contado muchas cosas pero no he sabido transmitir lo bien y gratificante que me he sentido estos días. Estaba contento porque ellos estaban contentos aunque fuese con poco. He aprendido cómo la gente humilde saca lo mejor de sí, te ofrece lo que tiene, que hacen un esfuerzo para mostrarte que eres uno de ellos. No sé cómo explicarme.
En definitiva, que he pasado unas Navidades distintas pero muy feliz. Me he sentido arropado aunque mi familia estuviera muy lejos. He encontrado otras «familias», creo.
Me alegro mucho por ti Rafa, que gratificante!!!! Que Navidades tan verdaderas estas pasando y que sentimientos que llenan el corazón. Muchos besos hermano
Quizá lo importante de la Navidad es dedicar unos días a la alegría de compartir ilusión, afectos y agradecimiento. Donde hay menos recursos materiales toman más protagonismo los recursos del corazón, que nunca se pierda esa necesidad de sentirse más unido a los que comparten nuestra vida.¡ Feliz Navidad Rafa, qué bien terminas el año, las pilas bien cargadas para comenzar uno nuevo!